Jorge L. Yépez

Al margen que la propuesta cayó por la ligereza de su peso, es importante reflexionar respecto del Proyecto de norma mexicana PROY-NMX-CC-54001-IMNC-2019, sistemas de gestión de la calidad-requisitos específicos para la aplicación de la norma mexicana NMX-CC-9001-IMNC-2015 a organismos electorales de todos los niveles de gobierno.

En principio señalar que este breve documento, fue presentado por un particular, para someterlo al escrutinio de la opinión pública y fue publicado en el DOF el día 22 de mayo de 2020.

Lo que se hace evidente en principio, es la ausencia de una fundamentación y motivación jurídica que permita dar lugar a tal proyecto, lo cual indica que quien lo presentó no tiene idea alguna respecto del esquema de operación y funcionamiento del sistema político-electoral mexicano.

Lo que también hace evidente, es que el equipo jurídico de la Secretaria de Economía, no cuenta con abogados, ya no expertos, sino al menos conocedores de la materia electoral.

El punto de partida es que el INE es un órgano constitucionalmente autónomo, según lo mandata la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos(CPEUM), en su artículo 41 y lo dota de personalidad jurídica y patrimonio propios, responsable de la función estatal de organizar las elecciones federales y, el ejercicio de esta función, se rige bajo los principios rectores de certeza, legalidad, independencia, imparcialidad, máxima publicidad y objetividad.

Cuando el proyecto alude a la supuesta calidad y los requisitos que deben cumplir los productos que generan los organismos electorales, presupone que el INE produce en efecto un bien o servicio cuya calificación puede realizarse para satisfacer la NORMA MEXICANANMX-CC-9001-IMNC-2015.

Rubén Vázquez Pérez

Cuando en 2006 Andrés Manuel López Obrador se negó a debatir con los candidatos Felipe Calderón Hinojosa y Roberto Madrazo Pintado mostró un muy lamentable rasgo de su carácter: el de la arrogancia.

La decisión de no acudir, porque sabía –dijo- que había una estrategia para hacerlo parecer como perdedor, lo distanció definitivamente, hasta la ruptura, de la dirigencia nacional de su partido de entonces, el PRD, que encabezaban Los Chuchos: Ortega y Zambrano.

En los días –y algunos dicen que hasta en los momentos- previos a ése debate, fueron intensas las discusiones para convencerlo de que acudiera. Todo fue inútil: el candidato mandaba y lo dejó muy en claro a los perredistas de todos los niveles, de todas las tribus. Y no fue.

Poco tiempo después, el tabasqueño decide abandonar el partido que él mismo había contribuido a formar, el PRD, para promover el Movimiento de Regeneración Nacional, (Morena), hoy brazo operativo de la Cuarta Transformación.

Éste rápido recuento derivado de una grave decisión que el tabasqueño tomó –desde luego personal, inapelable, indiscutible, vertical y monolítica-, viene a cuento porque transcurrido año y medio del mandato del ahora Presidente Andrés Manuel López Obrador, parece cada vez más obvio que poco o ningún caso hace a las voces disidentes, incluso si éstas son de sus colaboradores cercanos.