Por Raúl Adorno Jiménez
Finalmente tomó protesta Donald Trump como el presidente de Estados Unidos; habrá de dirigir los destinos no sólo de su nación, sino que su administración no sólo tendrá que ver con los ciudadanos estadounidenses, sino que sus políticas se extenderán por todo el mundo, repercutiendo para bien o para mal, en las naciones de todas las latitudes y particularmente en México.
Rubén Vázquez Pérez
El próximo lunes asumirá la Presidencia de los Estados Unidos de América –la más poderosa nación del orbe-, el primer Presidente delincuente en la historia de ese país y acaso del mundo, Donald Trump.
Así, no está lejana la hora en que la Presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum Pardo, habrá de encontrase con el estadunidense para dialogar acerca de aranceles y comercio; cárteles mexicanos y tráfico de armas y, desde luego, fentanilo y migración.
Como sea, en breve se conocerá qué tan ciertas habrán de ser sus amenazas acerca de los impuestos a las exportaciones mexicanas y el uso de su ejército para combatir a las organizaciones delincuenciales mexicanos del narcotráfico, en territorio nacional.
Trump llegará precedido de ese estilo de desafíos, provocaciones y balandronadas que, empero, ya cobraron su primera víctima, en la figura del primer ministro canadiense, Justin Trudeau:
Nervioso, el canadiense perdió las formas y, en su precipitación –ante la amenaza de imponerles a ellos también impuestos a sus exportaciones-, perdió también el decoro cuando intentó hablar con Trump y sólo recibió de éste la burla:
David Martín del Campo
El emperador sigue dictando sus propósitos de conquista. Lo hizo Napoleón antes de emprender la (fallida) invasión de Rusia en 1816, y lo repitió Adolfo Hitler al declarar la “Anschluss” como la política de lo que sería su imperio, el Tercer Reich: anexión, ensanche, invasión, conquista de un “espacio vital”. Así, tras el desconocimiento al Tratado de Versalles (1919), el Füerer procedió a la ocupación militar de Austria, Checoslovaquia, y Polonia en 1939… lo que desataría la contienda mundial que marcó al siglo XX.
Ya lo decíamos, propósitos de conquista, que no otra cosa ha sido la barrabasada de pretender que la instauración de la MAGA (“Make America Great Again”) incluya la anexión de Canadá, Panamá y su canal, ¡y Groenlandia! al cuarto Reich Trumpista. El sueño de grandeza incluye la designación del nuevo “Golfo de América” en lo que fue la cuenca que lleva por apellido el de México.
Puestos ya en ese plano, ¿por qué no mejor Golfo de Trump? Golfo Mickey Mouse, Golfo Carter en homenaje al expresidente Jimmy. Golfo McDonalds, Golfo Elvis Presley, Golfo Cocacola, si de lo que se trata es de “marcar” el propósito de reafirmación y dominio ahora van en serio. O Golfo X, dado que la aplicación que fue “Twitter” se denomina así ahora, y su dueño, el señor Elon Musk, ahora fungirá como nuevo ministro tecnológico reportando a la Casa Blanca.
Rubén Vázquez Pérez
Sorprende que a menos de los primeros cien días de gobierno, incluso algunas de las mentes más lúcidas hagan planteamientos de escenarios catastróficos; que lo hagan en un tono lapidario y más que una advertencia, lo escriban como una profecía, como una condena, como si lo estuvieran viendo en una bola de cristal, de ésas que solíamos encontrar en la lectura de relatos fantásticos y medievales.
Que lo haga la oposición, no sorprende: está más que claro que lo que queda de PAN, PRI, Movimiento Ciudadano y perredistas sobrevivientes y dispersos, hace mucho tiempo apostaron por la propaganda, la mentira, la descalificación y el denuesto y poco les ha importado formular una contrapropuesta alternativa a la de la Cuarta Transformación.
Pero el problema no es tanto el de los ataques mediáticos que, bien que mal, el gobierno federal contrarresta un día si y otro también a través de los medios públicos; el problema es que las cosas al interior de la Cuarta Transformación, en este su segundo piso, tampoco están bien y pareciera que los problemas se acumulan, sin que en el escenario se vea cómo y quién pudiera enmendar la ruta y poner orden.
A la Presidenta de la República, Claudia Sheinbaum Pardo, hasta ahora le ha bastado con externar sus buenos deseos de que los desencuentros dentro de a 4T habrán de resolverse mediante el diálogo y la buena voluntad, en un estilo muy personal de reconvenir a las partes a resolver sus diferencias, tal cual sucedió en el diferendo que protagonizaron los líderes parlamentarios Ricardo Monreal, por los diputados, y Adán Augusto López, por los senadores.
La verdad es que ese asunto se desató por un reclamo rupestre: los dineros presupuestarios que, presuntamente, la Cámara de Diputados, en uso de su atribución de revisar y aprobar el Presupuesto de Egresos de la Federación para este año, le habría quitado a los de la “Cámara alta”, el Senado de la República.
Parece que no fue así, toda vez que el senador por Tabasco, no hizo mayor escándalo. Pero independientemente de ello, lo cierto es que reclamar dinero público en tiempos de una gran austeridad para que precisamente ese dinero público sea destinado a las prioridades fijadas por la 4T, como son los programas sociales, fue algo que hizo ver muy mal al coordinador parlamentario en el Senado.
Muy sano habría sido, en cambio, que ambos personajes –Monreal y Adán Augusto- hubieran debatido, por ejemplo, cómo contrarrestar prácticas viciadas como el reparto de posiciones políticas, al interior del partido o del gobierno, algo que beneficia a personajes del morenismo muy cuestionables por sus antecedentes, sectarios o personales, nada cercanos de la ética y apenas bordeando la legalidad.
Pero no lo hicieron. En cambio se comportaron tal cual lo hace la oposición cuando de cuestionar al gobierno se trata: todo quedó en un espectáculo de ataques y contra ataques mediáticos en el que acaso el mejor librado haya sido el zacatecano quien consiguió así una victoria pírrica.
Empero, su actitud y la del tabasqueño, no hicieron sino atizar la hoguera de la suspicacia, aquella que afirma que detrás de Morena y del Gobierno del segundo piso de la 4T, está la mano que mece la cuna que –dice la oposición de la 4T- no es otra que la del ex Presidente, Andrés Manuel López Obrador, un tema del cual la oposición no quita el dedo del renglón.
Aquí cabe preguntar: ¿hasta cuándo personajes como los mencionados y desde luego, otros, habrán de contener sus apetitos políticos personales, en función de los principios fundamentales de la Cuarta Transformación: no mentir, no robar y no traicionar al pueblo?
La conclusión es que ante estos hechos, el panorama no se ve nada halagüeño: ya quedó caro que de la oposición nada bueno se puede esperar para la democracia; quedó claro también que de parte de los opinadores y analistas de todos conocidos, tampoco: ni siquiera de muchos de los más brillantes y lúcidos.
Pero parece que de la Cuarta Transformación, menos, toda vez que muchos de sus integrantes se ven más interesados en aprovechar cualquier resquicio, cualquier titubeo o descuido para aprovecharse del cargo, llevar agua a su molino y, en una de ésas, despacharse con la cuchara grande.
Veremos.