Más aún: no está descartado el derramamiento de sangre, no solamente por la represión militar y policial a la que –a no dudar- someterá el gobierno de facto a los seguidores de Evo Morales; también porque muy pocos de éstos estarán conformes con lo sucedido y no se quedarán cruzados de brazos. Formar una resistencia y tomar las armas parece ahora una opción de defensa del pueblo boliviano.
Sólo él sabría explicar por qué eligió intentar una cuarta Presidencia. Pero si le inquietaba el riesgo de que un candidato de derecha se hiciera del cargo y diera marcha atrás a la nacionalización de recursos energéticos y minerales y detuviera la política económica que sacó de la pobreza a un tercio de la población, debió pensar que tres periodos parecían demasiado. Y que uno más, sería muy poco democrático.
No se trataba de que simplemente entregara en bandeja de plata la Presidencia a la oposición; era más bien que la fuerza política, el arrastre entre la población, el bono democrático, pues, tuvo que ser utilizado a favor del proyecto iniciado hace tres periodos y no, como se vio, para favorecer una aspiración personal por más legítima que fuera.
Es difícil creer, por ejemplo, que en estos casi 14 años de Evo, su vicepresidente, Álvaro García Linera, no hubiera crecido políticamente como para haberse convertido en la figura de continuidad y reemplazo al proyecto de Morales, toda vez que lo acompañó desde el principio de su mandato y, se supone, sabía muy bien cómo pensaba el mandatario.
Más difícil, cuando se sabe que García Linera tiene una larga trayectoria como activista de izquierda, involucrado en todo tipo de organizaciones de este signo, incluido el Ejército Guerrillero Tupaj Katari –el cual fundó en 1986-, además de haber sido ideólogo, perseguido y encarcelado, junto con su esposa, la mexicana Raquel Gutiérrez Aguilar, durante el mandato de Jaime Paz Zamora.
Como García Linera, habría sin duda otras personalidades del movimiento popular e indígena de la izquierda boliviana, que igualmente debieron haber crecido como eventuales alternativas para continuar el modelo de Evo. Y aquí la pregunta, desde luego incómoda, es: ¿no se hicieron nuevos líderes porque no crecieron o porque el Presidente Evo Morales los atajó para ser él mismo quien diera la continuidad?
De lo sucedido en Bolivia, la Cuarta Transformación en México debiera tomar nota: en el escenario nacional, el Presidente Andrés Manuel López Obrador es la figura política más relevante, y por mucho, de los últimos 25 años; lo es también de la izquierda mexicana. Lleva un año de su sexenio y el balance no le es del todo favorable; le quedan cinco para conseguir resultados palpables para la población.
Parece que el quinquenio por venir no será suficiente como para cumplir todo lo prometido. ¿Tiene la Cuarta Transformación liderazgos nuevos para completar el modelo de AMLO e incluso para continuarlo si es que, en el mejor de los casos, el tabasqueño consigue hacer realidad cuanto prometió al electorado?
Porque él ya dijo que no se reelegirá…
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