La alianza con los perredistas era fundamental en este propósito; empero, la soberbia de nuevo acható la mira política de López Obrador y a Juan Zepeda, candidato perredista, le faltó la generosidad de un Heberto Castillo.
Estas horas habrían sido entonces de celebración y reconciliación, no de incertidumbre y desánimo morenista, ni tampoco del conformismo pírrico que exhibió el ex candidato perredista al gobierno del Estado de México.
Sumados, los 17 puntos de Zepeda a los más de 30 que obtuvo Delfina, habrían significado casi el 50 por ciento de las preferencias electorales emitidas, suficientes no sólo para declarar de inmediato ganadora inobjetable a la profesora.
Habrían servido también para mandar así un claro mensaje al resto de la población en el país, en el sentido de lo contundente que resulta la unidad de la izquierda y de que, en ese sentido, si se puede.
Y el PRI y el gobierno del Presidente Peña Nieto sabrían desde ahora que nada les garantizarían sus alianzas ni los mecanismos de compra del voto, en el propósito de retener la Presidencia en 2018.
Pero la unidad de la izquierda no ocurrió y en lugar de eso, lo que se tiene es más que una bocanada de oxígeno para el continuismo priísta y su cauda de corruptelas, ineficiencias, compadrazgos, inseguridades, alianzas criminales.
El aparato gubernamental del tricolor sabe que desde ahora sólo requiere cooptar a líderes de la izquierda -con los del PRD ya sabe cómo; con los morenistas, lo intentará- para asegurar la división y desactivar todo riesgo de una derrota.
Sabe también lo invaluable que resulta, en términos electorales, mantener desmovilizada a la mayoría del electorado, fundamentalmente la población pobre, sobre la que actúa, además, con dádivas, engaños, desinformación, manipulación y amenazas.
En este punto, el gobierno contó con la incapacidad de la izquierda para movilizar al electorado, más allá de poco más el 50% del padrón electoral que salió a votar: una proporción mayor habría anulado todo intento de fraude.
Para la izquierda, empero, no todo está perdido y acaso hasta sea posible rescatar algo. Todo depende de la contundencia de las pruebas de fraude que se presenten. En una de esas y consiguen anular los tres puntos porcentuales que le dan la ventaja a Alfredo del Mazo.
Es probable que en ese caso se sentara un precedente de anulación de comicios o, al menos de rectificación del resultado inicialmente emitido, a favor del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
La verdad, sería ingenuo pensar que las autoridades electorales no serán presionadas o que habrían de decidir libremente en este sentido, aún si las pruebas presentadas fueran irrefutables.
Hay precedentes en ese sentido, así que nada bueno presagian los días por venir. Lo grave del caso es que cada vez queda más claro que el cambio democrático por la vía pacífica, legal e institucional, parece inalcanzable para la izquierda. Las autoridades electorales tienen la palabra.
Pero, ¿qué necesidad había de todo esto?
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