Para el presidente de México es indispensable un mundo más solidario y hacer valer la fraternidad universal, empezando por evitar el acaparamiento en alimentos, medicamentos y equipos hospitalarios. También dijo que es indispensable fortalecer valores culturales, morales, espirituales y reconocer a la familia como la mejor institución de seguridad social,
En su texto “Algunas lecciones de la pandemia COVID19” y su ensayo “La nueva política económica en los tiempos del coronavirus”, al analizar el entorno internacional consideró que “es urgente desechar las recetas de siempre propuestas por organismos financieros internacionales, supuestamente orientadas a revertir las crisis recurrentes pero, que en los hechos, provocan nuevos ciclos de concentración de la riqueza, nuevas espirales de corrupción, crecimiento de la desigualdad, ensanchamiento de los abismos sociales entre las regiones y entre lo urbano y lo rural y, a la postre, un agravamiento de los fenómenos de desigualdad, desintegración social, migración, marginación y miseria”.
Planteó sustituir el modelo que genera riquezas sin bienestar y procurar una mayor intervención del Estado en el cumplimiento de su responsabilidad social para garantizar derechos básicos y universales: a la salud, a la alimentación, a la educación, al trabajo, a la vivienda, a la cultura y al deporte. Al Estado le corresponde atemperar las desigualdades sociales.
“No es posible seguir desplazando la justicia social de la agenda de los gobiernos. No es jugar limpio utilizar al Estado para defender intereses particulares y procurar desvanecerlo cuando se trata del beneficio de las mayorías. No es licito ni ético defender la facultad del Estado para rescatar empresas e instituciones financieras en quiebra y considerarlo una carga cuando se trata de promover el bienestar de los más desfavorecidos. Basta de hipocresía”, indicó.
Para el presidente López Obrador debemos procurar que las ideas y las acciones de los gobiernos de los países del mundo se guíen por principios humanitarios más que por intereses económicos, personales, de grupos o de potencias, por legítimos que sean. No a la violencia ni a las guerras de ninguna índole, no al predominio de grupos de presión o intereses creados, no a la desigualdad, al racismo, a las dictaduras; sí a la paz, a la justicia, a la igualdad, a la libertad, a la democracia y al bienestar”.
“Nuestra propuesta consiste, en suma, en establecer un Estado de bienestar igualitario y fraterno para garantizar que los pobres, los débiles y los olvidados encuentren protección ante incertidumbres económicas, desigualdades sociales, desventajas y otras calamidades, donde todos podamos vivir sin angustias ni temores”. Afirmó que en México ya estamos construyendo el Estado de bienestar igualitario y fraterno.
Explicó que en esta nueva etapa de la vida nacional el Estado no es gestor de oportunidades, que es como se presentó de manera explícita la política social del régimen neoliberal. Es y será, en cambio, garante de derechos. La diferencia entre unas y otros es clara: las oportunidades son circunstancias azarosas y temporales o concesiones discrecionales sujetas a término que se le presentan a un afortunado entre muchos y pueden ser aprovechadas o no; los derechos, en cambio, son inmanentes a la persona y al colectivo, irrenunciables, universales y de cumplimiento obligatorio.
Es necesario vislumbrar el enorme potencial civilizatorio que la comunidad internacional si estableciera un pacto para garantizar los derechos colectivos e individuales de todos los seres humanos, hasta ahora negados; y que a cambio, las comunidades le enseñaran al resto del mundo los fundamentos de la vida buena y le recordaran los principios para vivir en, con y para los otros, que es la única manera en que se puede hacer frente con éxito a la incertidumbre de los fenómenos naturales y las epidemias.
En su opinión habría que voltear la vista a extensas regiones rurales de Africa, Asia y de América Latina en las que la pandemia ha penetrado en forma mínima. En teoría, la propagación en ellas del nuevo virus tendría que ser particularmente catastrófico, habida cuenta de la precariedad o inexistencia de infraestructura sanitaria, de servicios básicos, de comunicaciones y de telecomunicaciones.
Pero habría que preguntarse en qué medida esas debilidades no han sida compensadas, en lo que va de la pandemia, por la persistencia de culturas comunitarias poseedoras de una arraigada solidaridad, por la relativa autosuficiencia alimentaria y por formas de organización social que siguen desafiando la integración uniformadora y atomizadora de la macroeconomía.
Sugirió “reconvertir los organismos económicos y financieros internacionales como el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el Grupo de los 20 (G-20), entre otros; en verdaderos promotores de la cooperación para el desarrollo y el bienestar de los pueblos y las naciones.
Consideró que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) deben de convocar de inmediato a gobiernos y científicos del mundo para la creación de vacunas contra el coronavirus y otros males. En todo lo relacionado con la salud debe establecerse una estricta regulación del monopolio y del lucro, y un control de la comercialización de medicinas e insumos médicos. Se debe de garantizar que ninguna persona en el planeta se vea privada de medicinas, atención médica o servicios hospitalarios por falta de recursos económicos o porque el mercado hace inalcanzables tales prestaciones.
Hasta ahora la expansión incontenible del neoliberalismo depredador ha llevado a esas periferias explotación, saqueo, devastación ambiental, hábitos de alimentación patológicos, delincuencia organizada, descomposición social y familiar y pérdida generalizada de valores, pero no ha habido interés por dotarlas de agua potable, electricidad, escuelas, clínicas, caminos ni telecomunicaciones.
La pandemia solo ha puesto en evidencia el fracaso del modelo neoliberal en el mundo. Téngase en cuenta que en estos mismos tiempos la falta de acuerdo de las países productores de petróleo para no saturar el mercado causó el desplome de precios del hidrocarburo y agravó aún más la situación económica y financiera; es decir, la vulnerabilidad de la economía global está a la vista y cualquier fenómeno natural, epidemia o conflicto puede llevarla al desastre. En fin, la infección planetaria ha venido a mostrar que el modelo neoliberal está en su fase terminal.
Admitió que la contingencia del COVID-19, además de la muy lamentable pérdida de vidas, produjo el derrumbe en la economía mundial. Baste decir que, según los pronósticos, casi todos los países reducirán su crecimiento en 7 por ciento en promedio y que sólo India y China crecerán en 1.6 y 1.2 por ciento, respectivamente, lo cual, en el caso de este último país, es algo insólito, luego de más de 40 años consecutivos de progreso material.
Afirmó que nuestras naciones están padeciendo por una tremenda crisis producida, en lo fundamental, por ese disparate llamado neoliberalismo. En esencia se trata de un sistema que ha permitido el engrandecimiento de pocos a costa del sufrimiento de muchos. Y si esto no fuese cierto, que alguien nos explique por qué en una época aciaga para la inmensa mayoría de nuestros pueblos, existe una pequeña minoría que no deja de acumular riquezas y poder como nunca se había visto en la historia de la humanidad.
Puso de ejemplo que en 1991, hace 20 años, la revista Forbes, que publica la lista de los hombres más ricos del mundo, hablaba de que 274 potentados poseían, cada uno, más de mil millones de dólares, pero en 2011 la misma publicación registró mil 210 personas que tenían más de mil millones de dólares. Y lo obsceno es que hace 20 años, los 274 magnates acumulaban en conjunto 483 mil millones de dólares y ahora los mil 210 poseen 4 billones 284 mil millones de dólares.
Es decir, en dos décadas, la fortuna de esta élite mundial se elevó más de 10 veces. Todo esto, al mismo tiempo que millones de seres humanos viven en la pobreza y en la angustia de no tener ni siquiera para lo más indispensable.
“Reitero: lo que prevalece en el mundo es un sistema en el cual la prosperidad de unos pocos se sustenta en la miseria de muchos. Aunque todavía no se termine de entender y de aceptar esta infame y amarga realidad. Por eso, es hora de iniciar la búsqueda de algo nuevo para alcanzar una convivencia social justa, humana y más igualitaria”.
Agregó que de 2011 a la fecha se acumuló mucho más dinero en pocas manos. Este año, 2020, con datos de la misma revista Forbes, dos mil 095 personas con más de mil millones de dólares cada una, poseen en conjunto ocho billones de dólares; es decir, en los últimos nueve años la élite del poder económico mundial incrementó su fortuna en casi el doble. “Si lo explicamos de otra forma, estas dos mil personas detentan una fortuna equivalente a 32 años del presupuesto federal de México”.
Manifestó que así no se puede garantizar el bienestar general ni hace valer la estabilidad de las naciones. Un modelo económico que solo apuesta al progreso material sin justicia se traduce en un proyecto político inviable y condenado al fracaso.Su falla de origen consiste en pasar por alto que la simple acumulación de riqueza, sin procurar su equitativa distribución, produce desigualdad y graves conflictos sociales.
El coronavirus nos recordó que es mejor cuidar a los ancianos en nuestras casas que tenerlos en asilos, por confortables que éstos sean. Nada sustituye al amor. Esto implica también reconsiderar los parámetros que se han utilizado para medir el bienestar y el desarrollo de pueblos y naciones, y reorientar la reconstrucción mundial con la premisa de que el progreso sin justicia es retroceso y que la modernidad debe forjarse desde abajo y para todos.
Tat vez, ese “abajo”, marginado y desdeñado por las mentalidades tecnocráticas tenga algo que enseñarnos; quizá los modelos de convivencia comunitarios que han sido vistos como un problema desde la ideología de la “modernidad” neoliberal estén en realidad llenos de soluciones.
Pero quizá la indiferencia o la irresponsabilidad mayor de los gobiernos que ha dejado al descubierto el coronavirus es la desatención, por décadas, de las enfermedades crónicas como la hipertensión, la diabetes, la obesidad y los padecimientos renales, acrecentadas como consecuencia del consumo de productos alimenticios industrializados denominados “chatarra”, y a la ausencia de educación nutricional y de fomento al ejercido físico y a las actividades deportivas.
Este hecho es una prueba más de que el modelo neoliberal solo se orienta a procurar lo material, el mero crecimiento económico, sin importar el bienestar de la gente ni el daño que este proceder puede ocasionar al medio ambiente y a la salud de !as personas.
Otra falla que ha quedado de manifiesto es la poca solidaridad que existe en el mundo para adquirir equipos y medicamentos para la salud. La especulación y el lucro en este aspecto ha llegado a niveles vergonzosos. Un ventilador que antes del COVID-19 costaba en promedio 10 mil dólares, ahora se vende hasta en 100 mil dólares y lo peor es que, debido a la escasez, hay acaparamiento tanto de los gobiernos como de las empresas que los producen. Por eso, en medio de esta tragedia, celebro que, por razones aún no explicables, hasta ahora la pandemia no haya afectado al continente africano con la misma intensidad que a otras regiones.
En China, por ejemplo, a pesar de ser el país con mayor crecimiento económico en las últimas décadas, se construyeron de emergencia hospitales; en Europa y Estados Unidos han sido desgarradoras las escenas de enfermos graves esperando ser atendidos en unidades de terapia intensiva; en nuestro país ha quedado de manifiesto no solo la falta de camas, ventiladores o equipos de protección para los trabajadores del sector salud sino, lo más grave, la escasez de personal médico, sobre todo, de especialistas en atención a las distintas enfermedades.
Aquí es pertinente no olvidar que, durante el periodo neoliberal, cuando la consigna era privatizar la educación, los gobiernos dejaron sin presupuesto a las universidades públicas que optaron por rechazar a quienes buscaban ingresar a las distintas escuelas de nivel superior con el engaño de que no pasaban el examen de admisión. Por esta causa, en un país de pobres, muchos jóvenes que no podían pagar colegiaturas en escuelas particulares se quedaron sin estudiar; con ello no sólo se violentó el derecho a la educación sino que nos dejaron a todos sin los médicos y las enfermeras suficientes para atender las necesidades sanitarias nacionales.
Fuente: “Algunas lecciones de la pandemia COVID19” – Por Andrés Manuel López Obrador (4 mayo, 2020)
Ensayo-La nueva política económica en los tiempos del coronavirus» por Andrés Manuel López Obrador (16 de mayo, 2020)
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