Igualmente quiere decir que la apuesta presidencial es por alguien con aureola e imagen de impoluto; alguien cuyo nombre nunca se ha mencionado como protagonista de corruptelas o de aprovechar cargos en la administración pública para beneficio propio, de su familia o de sus cercanos.
Pero lo que no podría decirse es que no forma parte de grupo político alguno: como ya se ha dicho, su estrecha relación con el calderonismo lo llevó a ocupar dos carteras en el pasado sexenio: la de Energía y luego la que ahora deja, la de Hacienda y Crédito Público; en la administración peñanietista ha sido secretario de Desarrollo Social, Canciller y, de nuevo, secretario de Hacienda.
Estamos, tal vez, ante una suerte de alianza entre el “nuevo” PRI de Peña Nieto y el panismo calderonista: Meade Kuribreña, sin grupo político propio que se le conozca, queda así sujeto a los intereses y fortalezas del segundo ex presidente panista y del aún mandatario, ambos con suficiente cola que ocultar.
Pero, en el fondo, Peña Nieto no ha resuelto el problema: ¿qué más va a ofrecer Meade Kuribreña aparte de su rostro casi angelical y su trayectoria de bien portado?; ¿tiene una plataforma o un proyecto de gobierno propio?; ¿será que el documento que tiene que ofrecer a la Nación se lo hará cualquiera de sus padrinos?
Lo que es cierto es que, en algún momento, el candidato presidencial del PRI tendrá que romper con todo aquello que la ciudadanía reclama al actual mandatario, es decir, tendrá que distanciarse de éste y, como se dice coloquialmente, pintar su raya e incluso tendrá que definirse ante demandas contra la opacidad en casos como el de los 43 de Ayotzinapa.
José Antonio Meade sirvió bien al calderonismo, pero mejor al Presidente en turno, toda vez que en sus diferentes cargos operó, por ejemplo, para modificar la metodología con que se mide la pobreza, cuando estuvo al frente de la Sedesol, a fin de maquillar las cifras de asistencia social y dejar fuera de los apoyos a cientos de miles, tal vez millones, de pobres.
Lo anterior, según denuncia de organizaciones campesinas del país, que recogió el portal Sin Embargo; y de acuerdo con la misma publicación Meade Kuribreña fue muy eficiente a su jefe Peña Nieto cuando recortó los recursos presupuestales originalmente asignados al agro, así como al incurrir en los famosos subejercicios.
No está de más hacer notar que ambas decisiones dejan en el ámbito de la discrecionalidad miles de millones de pesos, los cuales quedan a disposición del gobernante, quien los usa según su personal criterio; a Meade Kuribreña también lo responsabilizan organizaciones como la Central Campesina Cardenista de impulsar los famosos gasolinazos, esto es, el alza a los combustibles para compensar la insuficiente recaudación fiscal.
Hay además omisiones en las que incurrió el ahora abanderado del tricolor para la Presidencia de la República: no se le conocen acciones fiscales, ahora que fue por segunda vez responsable de las finanzas públicas, como para facilitar las indagatorias contra los ex gobernadores Javier Duarte, de Veracruz y César Duarte, de Chihuahua o los hermanos Moreira, Humberto y Rubén, de Coahuila.
Desde luego que Meade Kuribreña tiene, empero, algo a su favor. Y no es poca cosa: los aparatos gubernamental y priísta con todas sus marrullerías y chanchullos electorales; la incondicionalidad de los monopolios de radio y televisión; la sumisión hacia el gobierno en turno, de uno que otro árbitro electoral y los millones de pesos de aquellos que ya aprendieron a comprar favores presidenciales…
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