Pero diputados y senadores de su propio partido determinaron posponer la medida hasta el final del sexenio y, como si no fuera suficiente, vino el escándalo de intento de violación del que se acusó formalmente al ahora diputado federal Cuauhtémoc Blanco Bravo, uno de los más lamentables personajes –por pedestre y vulgar-, que recogió Morena bajo el amparo del jefe político de ésta, el ex presidente Andrés Manuel López Obrador.
Si bien fue desconcertante que en el caso del descarrilamiento de la iniciativa presidencial contra el nepotismo, la Jefa del Estado mexicano se lavara las manos y prácticamente hiciera como si dijera a los nepotes: “ai se lo haigan”, con lo que obtengan en las mencionadas votaciones intermedias, en el caso de la acusación de intento de violación, resultó inaudito que la mandataria no estallara de indignación en demanda de, digamos, sugerir a los legisladores el inicio del juicio político para desaforar al ex mandatario morelense y que éste enfrentara así sin fuero, las acusaciones que le hacía nada más y nada menos, que su media hermana, Nidia Fabiola Blanco Fernández.
La Presidenta dejó hacer, dejó pasar el descarado velo de impunidad contra el pendenciero futbolero metido a político y lo mismo hicieron todas las diputadas y senadoras de su partido e incluso la presidenta nacional de Morena, Luisa María Alcalde: ni una sola de esas mujeres alzó la mano, menos la voz, para defender los derechos fundamentales de la víctima, mujer igual que ellas.
Ambos casos dejan muy mal parada a la Cuarta Transformación porque claramente las resoluciones respectivas son una suerte de aclaración al electorado: Llegaron todas, si, pero para mantener cotos de poder, por una parte y, por la otra, ofrecer impunidad a los “muy cercanos”, cuya popularidad en encuestas significan votos, sin que mucho importe que así se afecte a una agraviada, una de esas mujeres que, supuestamente, también llegaron.
En descargo de la Presidenta habrá que decir que ése, su estilo personal de ejercer el poder, es primero que nada, muy femenino, si bien de muy fuertes convicciones de izquierda; racional, analítica y no visceral, mucho menos atrabiliaria o violenta, algo muy alejado del machismo que heredaron ex presidentes priístas y panistas. Pero, a no dudar, el poder es para ejercerlo. Y, en este caso, para dar muestra de valentía, democracia, honestidad y cercanía con el pueblo.
En todo caso, estaríamos a la espera de una toma de decisiones presidenciales que no dejaran dudas acerca de aquello que solía repetir casi a diario el iniciador de la 4T: “Nosotros no somos iguales”, en referencia a las ilegales y viciadas prácticas alejadas de la ley, la democracia y la ética, que caracterizaron a los regímenes anteriores a 2018.
Veremos.
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