Es como si los políticos directamente afectados hubiesen calculado que lo importante era detenerla en lo inmediato para no entorpecer sus respectivos proyectos personales y familiares y que una vez logrado ese objetivo, ya se verá si al final del sexenio –cuando los presidentes se preparan para dejar el poder- pudieran hacer otra negociación y de nueva cuenta aplazar la propuesta.
¿Cómo se atrevieron a tanto?, ¿por qué se opusieron a la mandataria?, ¿acaso quisieron dejarle en claro que hay límites al poder presidencial y que con los cotos de poder no se juega?; ¿se sienten intocables?, ¿lo son de veras?
Aparte de haberse exhibido cuán miserables son políticamente, quienes negociaron y luego aprobaron el aplazamiento de las prohibiciones a conductas políticas viciadas tan lesivas a la población y a la democracia, socavaron también la figura presidencial, la debilitaron, justo cuando la mandataria lo que ha demandado es unidad para enfrentar la amenaza que nos viene del norte.
Al mismo tiempo, dieron armas a una oposición que hasta ahora no ha tenido sino calumnias como principal y único recurso. Y se las dieron cuando, francamente, estaban en retirada, en proceso de extinción. En suma, les dieron vida.
Ahora la iniciativa está en el ámbito de los Diputados. En la Cámara baja se espera el análisis del respectivo dictamen, lo que –al menos en teoría-, abre la posibilidad de que se corrijan errores y se enmiende la plana a los senadores.
Pero para no pecar de ilusos, con Ricardo Monreal al frente de la mayoría morenista, pocas, muy pocas posibilidades reales habría de componer el asunto. A ver.
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