La “oferta” de convertir a Canadá en otro estado de la llamada Unión Americana, algo que también, en principio, hizo extensivo a México, si bien en este caso el neoyorquino bajó el tono y no insistió en el asunto.
Trudeau fue exhibido como timorato y miedoso, incapaz de exigir respeto a su investidura, a sus ciudadanos y a su patria: sus bonos políticos se desplomaron y el aún primer ministro anunció que no buscará reelegirse.
Con la misma estrategia, el neoyorquino logró también inquietar a buena parte de la Unión Europea luego de que mostró sus apetitos expansionistas entre los que incluyó su deseo de apropiarse de la mayor isla del mundo, Groenlandia.
Y si bien es cierto que de aquél lado del mundo mantienen la serenidad, la verdad es que la incontinencia verbal trumpista incluye la amenaza de utilizar a su ejército para lograr su objetivo, un tema que a los europeos les recuerda amenazas similares, de cuando el Tercer Reich buscaba también hacerse de nuevos territorios.
Para México, las amenazas de Trump no han pasado desapercibidas. Pero a diferencia de Trudeau, la Presidenta mexicana, Claudia Sheibaum Pardo, ha mostrado una prudente firmeza de la que, hasta ahora, no se ha movido ni un milímetro.
La estrategia de pintar claramente su raya, esto es, de no someterse; no permitir nada que parezca siquiera imposición, menos ultraje a la soberanía –pero si al diálogo, al común acuerdo y a la colaboración-, parece haber logrado un primer objetivo: que Trump no haya tenido más a México como objetivo de sus amenazas.
Y hay, además, un elemento nuevo que parece balancear la ecuación, toda vez que demerita la imagen pendenciera del estadunidense y le quita la fuerza de la legitimidad y la autoridad moral: Trump será el primer presidente delincuente y convicto.
Por más que el neoyorquino haya vociferado en redes sociales para desacreditar al juez Juan M. Merchán, por haberlo encontrado culpable de 34 cargos, lo cierto es que el virtual presidente de EU cargará con ese estigma.
Y lo hará justo cuando ha llevado a lo más alto la campaña de desprestigio que él mismo emprendió contra migrantes mexicanos a los que no ha dudado ni una sola vez en criminalizar y llamarlos precisamente, “delincuentes”.
Pero como se dice de este lado del Río Bravo: de delincuente a “delincuentes”, hay diferencias:
Contra el virtual Presidente estadunidense Donald Trump pesa la resolución del juez Merchán, sólidamente fundamentada en hechos verificados, que bien habrían servido para encarcelarlo.
Pero sólo porque esas pruebas llegaron después de que el casi mandatario fue reconocido como tal para su segundo periodo, las leyes electorales de esa nación impidieron que la resolución judicial tuviera efectos legales, el primero de los cuales habría sido meterlo en prisión e impedirle el regreso a la Casa Blanca.
En cambio, contra los migrantes sólo pesa una campaña de lodo, desprestigio y mentiras, a partir de hechos aislados en que estuvieron involucrados algunos migrantes mexicanos, pero que con toda intención Trump manipuló para generalizar acusaciones contra absolutamente todos los connacionales.
Están además los argumentos que recién esgrimió la mandataria mexicana y que tienden también a equilibrar un tanto la balanza hacia México en este capítulo de la relación bilateral con Estados Unidos, un desigual desencuentro ante un personaje dotado de todo el poder económico, político y militar, pero carente de autoridad moral.
Por ejemplo: de acuerdo a las cifras que recién manejó la Presidenta Claudia Sheinbaum, el total de la riqueza generada por los migrantes mexicanos en Estados Unidos, asciende a casi 400 mil millones de dólares, unos 395 mil mdd para ser precisos.
De esa riqueza el 80 por ciento –dijo la mandataria- se queda en la economía de la vecina nación del norte, esto es, 325 mil millones de dólares. Y apenas 20 puntos porcentuales de ese monto, viene a México en forma de remesas: 65 mil mdd.
Desde luego que el dato, no es menor, pero sobre todo adquiere una relevancia especial que no sólo le da ventajas al gobierno del Segundo Piso de la 4T, para negociar ante el presidente delincuente Donald Trump.
Curiosamente la campaña de criminalización de Trump a los migrantes, con especial énfasis en los mexicanos, ha caído en el descrédito, pues ahora resulta que el criminal es él, mientras que los migrantes mexicanos, le dejan a su nación 325 mil mdd, una riqueza generada lícitamente, sólo por su trabajo.
Claramente México tiene una ventaja moral: la Presidenta con “A” llegó a la máxima magistratura con la cifra más alta de votantes, en un proceso indudablemente legal y limpio; llega además con un expediente de apego absoluto a la legalidad y a la honestidad.
Es algo que le da prestigio y proyección internacional, que no es poca cosa, pero si lo es para Donald Trump, que ni de lejos puede presumir de lo mismo.
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