El asesinato de Luis Donaldo Colosio; el del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo; los hechos sangrientos de Aguas Blancas o, más cercanamente, la masacre de migrantes centroamericanos en San Fernando y la de los de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, por ejemplo y sólo por mencionar los casos más sonados que reflejan parte de la pesada carga emocional con la que transcurren los días de esta atribulada sociedad mexicana desde hace ya varios lustros.
Para el ilustre universitario –galardonado con el título Honoris Causa que en 18 ocasiones le han otorgado universidades del país y extranjeras-, el diagnóstico de la sociedad mexicana es que “aumentan las tasas de depresión, las tasas de adicciones, de alcoholismo, se dispara el suicidio entre los jóvenes, el país se vuelve obeso, su productividad disminuye”.
A lo largo de los 34 ensayos que integran su más reciente obra, La Sociedad Dolida, el doctor De la Fuente se ocupa de la sintomatología del país y advierte, por ejemplo, que nuestros políticos han decantado el arte de mentir y hace tiempo que su lenguaje suena hueco. Estamos, dice, “ante una clase política más interesada en llegar al poder y conservarlo que en los sentimientos de la ciudadanía”.
Así las cosas, advierte que al mismo tiempo aparecen “algunos riesgos o patologías como el populismo o el nacionalismo, ambos vistos como emociones colectivas que van a satisfacer lo que el lenguaje político ha abandonado, porque finalmente las sociedades necesitan líderes”.
Es lo que ha pasado, refiere, en la vecina nación del norte, los Estados Unidos: “Una democracia madura que se enfrenta a un vacío. En este escenario se aparece un líder populista, gana en un proceso democrático, y empieza a tomar una serie de decisiones que traen a su país y al mundo de cabeza”.
Empero, aclara, el populismo no es necesariamente antidemocrático, si bien –hace notar-, “podría ser un trastorno de la democracia al no aceptar la pluralidad, al considerar traidoras a las minorías contrarias a sus designios, al oponerse a los contrapesos que acotan los poderes, sobre todo el del ejecutivo.
“Al hacerlo –continúa- favorece la opacidad y los mandatos populares, apoyados con frecuencia en referendos o consultas plebiscitarias, tienden a perpetuarse en el poder. Mientras haya personas sin esperanza, sin expectativas, el populismo seguirá siendo una opción tentadora para quienes se sienten excluidos”.
Dice finalmente que la sociedad mexicana “tiene que hacer una reflexión autocrítica porque para salir de su malestar, la sociedad necesita tener una participación más activa. No podemos quedarnos en el lamento, en esta suerte de postración colectiva, en el enojo, la frustración y la crítica, sino dar el siguiente paso, ser parte de la solución.
“No vamos bien, tenemos tasas de violencia altísimas, desconfianza en las instituciones. Hay una depresión colectiva sobre todo entre los jóvenes, que no ven con entusiasmo su futuro. Hay que salirnos de ahí, entender lo que nos pasa y participar en la búsqueda de alternativas”. (Rubén Vázquez Pérez).
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