Rubén Vázquez Pérez
Unas 32 personas migrantes –la mayoría venezolanos y centroamericanos- fueron encontrados con vida en Tamaulipas, unos días después de que habían sido secuestrados por un grupo armado, presuntos miembros de una organización criminal que opera en la entidad.
El gobierno de inmediato habló de un rescate, pero medios y columnistas aseguraron que no había habido tal: que una llamada a las autoridades locales dejó saber que el grupo de extranjeros se encontraban fuera de una tienda de autoservicio. Y que todo había sucedido a la luz del día.
Como sea lo cierto es que secuestro, si hubo, las víctimas están vivas y fueron dejadas en libertad.
Independientemente de las versiones –las cuales dejan en claro que ni gobierno ni opositores están dispuestos a ceder un milímetro en sus respectivas necedades-, lo cierto es que parece muy raro que una organización criminal, que ha operado con éxito un secuestro masivo, decida de pronto soltar a sus rehenes.
Así nomás, porque si.
Rubén Vázquez Pérez
Hasta ahora lo atípico del huracán Otis ha dejado sin efecto legal todas las acusaciones mediáticas sobre presunta negligencia en que habrían incurrido autoridades estatales y federales debido a las cuales, supuestamente, se habrían agravado las consecuencias del meteoro, el más destructor de que se tenga memoria en el pasado reciente.
Empero, la sospecha persiste: al margen de condenas lapidarias que se han centrado en lo tardío de la acción gubernamental –tanto para avisar de la gravedad del desastre que se acercaba, como para asistir a la población afectada-, no ha quedado claro si, en efecto, hubo negligencia, incapacidad o de plano sabotaje.
Es cierto, hasta donde se sabe, que el súbito incremento de la fuerza que el meteoro adquirió cuando estaba prácticamente encima de Acapulco, es algo que ni los científicos han podido explicar, si bien lo relacionan con fenómenos atmosféricos como El Niño y el calentamiento global. Se esperaba que este aumento de velocidad en los vientos –de más de 300 kilómetros por hora- se produjera mar adentro. No fue así.
El caso es que algunas horas –al menos tres o cuatro- antes de la llegada de Otis algún noticiero de televisión –el de canal 2 por la noche, esto es: después de las 22:30 horas- alertaban a la población sobre la eventualidad de que el huracán llegara al nivel 5, la máxima categoría de peligrosidad, y recomendaban que la gente saliera de sus hogares y fuera a los refugios. Claramente muy pocos hicieron caso.
Versiones van y vienen en el sentido de que el Centro Nacional de Huracanes de Miami advertía, desde varias horas antes, de la peligrosidad que adquiriría Otis. Y lo que justamente no queda claro es si en la Comisión Nacional del Agua se tuvo conocimiento puntual de la advertencia o no. Y en este último caso, por qué. Pero si la advertencia fue recibida con la debida antelación, ¿quién la recibió, a quién avisó y cuándo lo hizo?
O, de plano: ¿por qué no avisó, o por qué la desestimó? El Presidente dijo, en cambio, que la población si fue alertada y hasta comentó que de no haberlo hecho, el daño habría sido peor. Y ciertamente, fue mayúsculo, tanto que de la magnitud de la tragedia no se supo inmediatamente: las redes telefónicas y de internet se cayeron; es de suponer que algo similar pasó con la radio; las carreteras estaban intransitables y el aeropuerto, inundado, inutilizable.
Rubén Vázquez Pérez
A reserva de conocer el proyecto de país que haya desarrollado la panista Xóchitl Gálvez, si es que de veras quiere alcanzar la Presidencia de la República, por el momento tendremos sólo sus gracejadas, bravuconadas y ocurrencias. Y desde luego las que le responda el Presidente Andrés Manuel López Obrador quien, por cierto, no ha tenido empacho en “darle cuerda”.
Ese es, por el momento, lo más interesante y entretenido de la escena política en curso, no sólo porque se trate de un juego de vencidas o de una especie de boxeo político, sino porque del lado del proceso para definir al “coordinador de la defensa de la 4T”, todo parece ya definido.
En cualquier caso, es evidente la ventaja que tiene el mandatario: su larga experiencia en enfrentamientos mediáticos ante personajes variopintos -de los que siempre salió airoso, lo que las encuestas de inmediato reflejaron-, parece demasiado para la hidalguense de no muchos blasones en la contienda política.
Rubén Vázquez Pérez
El caso de las –una vez más- desafortunadas declaraciones de la presidenta de la Comisión Nacional del Deporte (Conade), la ex velocista Ana Gabriela Guevara, expone con toda claridad que no es posible creer en la buena fe de los funcionarios gubernamentales sólo porque el Presidente lo pida.
La ex campeona mundial de 400 metros planos no sólo se ha burlado, insultado y minimizado lo hecho por integrantes del equipo mexicano de nado sincronizado, sino que les acusa de recibir millones que, dice, no justificaron.
Empero, las chicas y el muchacho de ese grupo, ganaron dos medallas de oro y una más de bronce en el campeonato mundial de Egipto en el que se impusieron a sus rivales de Italia, Francia y Canadá, una meta de la que siempre estuvieron cerca y ahora, al fin alcanzaron.
No obstante para la ex atleta –que siempre vio frustradas sus aspiraciones de conseguir el oro en Juegos Olímpicos-, se trató de una competencia que, dijo, no tiene validez, no obstante que dicha justa estuvo sancionada por la Federación Internacional de la especialidad.
En el fondo de este asunto se advierte no sólo arrogancia y prepotencia por parte de la funcionaria, sino también el condenable encubrimiento de irregularidades y latrocinios que ha obsequiado a un muy cuestionable ex dirigente, el de la Federación Mexicana de Natación.