Rubén Vázquez Pérez
Está claro que para el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) lo más importante son los votos, según se desprende de la reafirmación de la candidatura de Félix Salgado Macedonio al gobierno de Guerrero, tras la realización de una segunda encuesta que se habría realizado presuntamente “de manera abierta” entre la ciudadanía de aquella entidad.
Es claro igualmente que las acusaciones y los expedientes abiertos contra el senador con licencia –pendientes de resolución y esclarecimiento- pesan nada, esto es, lo mismo que la indignación, reclamos y demandas del movimiento feminista, por haber confirmado a un presunto violador y acosador como su candidato.
Pero quizá lo más grave del asunto –ante el muy probable triunfo en los comicios del candidato Salgado Macedonio-, es la conformidad que parece existir en la mentalidad guerrerense con la posibilidad de tener en el gobierno a un sospechoso de perpetrar uno de los más aborrecibles crímenes.
Es decir, si se consuma el triunfo de Salgado Macedonio, querrá decir entonces que a los electores guerrerenses no les importa tanto que el candidato morenista, eventualmente su gobernador, sea tal vez un violador o un acosador, sino que a pesar de eso, sea él quien dirija los destinos de un estado como Guerrero, azotado secularmente por la violencia y la pobreza, graves rezagos sociales que han encontrado, precisamente en las mujeres, a sus principales víctimas.
¿De verdad será eso lo que quieren los electores de aquel estado?
Rubén Vázquez Pérez
Hasta antes del triunfo del Peje, mucha de la ciudadanía no se ocupaba de temas políticos. Bastó que el tabasqueño diera muestras de ser congruente con su aspiración democrática, para que no sólo sus críticos, sino ciudadanos de a pie se decidieran a ejercer su derecho a la libre expresión.
Comenzó entonces a haber de todo: no sólo opiniones e ideas, sino hasta el planteamiento de lo absurdo, lo falso... incluso lo miserable.
Lo grave de todo esto, es que sucede en un contexto muy particular: en el ascenso de una gran oleada de incredulidad ciudadana hacia la cosa pública; en la cresta de la visceralidad y con un creciente abandono de la ética y de la consideración hacia el otro, aún si este otro es un familiar, un amigo, un compañero de trabajo. Y sin que mucho importe que años o décadas hubiesen pasado de cultivar esa relación.
El resultado lo tenemos a la vista todos los días: una sociedad dividida y polarizada, incluso hasta el punto de lo irreconciliable; una sociedad que se agravia a sí misma todos los días. Y que en cada diferendo prefiere refugiarse en su necedad, en una terquedad que defiende como “sus principios”, antes que abrirse un poco a la tolerancia, a considerar siquiera la posibilidad de haberse equivocado.
Rubén Vázquez Pérez
¡Vaya planteamiento que dejó la súbita renuncia de Jaime Cárdenas Gracia a la dirección del Instituto Para Devolver al Pueblo lo Robado!: uno de los cuadros más relevantes de la izquierda y decididamente comprometido con la Cuarta Transformación, decide abandonarla y se va, al parecer, sin posibilidad alguna de retorno, dada la -apenas contenida- reacción visceral del Primer Mandatario, Andrés Manuel López Obrador.
Al margen del tamaño del problema de corrupción interna a enfrentar dentro del mencionado instituto, Cárdenas Gracia dejó en claro que entre él y el Presidente de la República, hay una diferencia de fondo insoslayable y, acaso, insalvable o insuperable al menos por el momento: se trata del asunto de la lealtad que, desde la perspectiva del renunciante debe ser reflexiva mientras que para el mandatario no puede ser otra sino a ciegas.
Esto es: se trata no solamente de no cuestionar, no criticar la encomienda presidencial, sino que incluso, una vez dentro de la 4T, desempeñarse sólo de manera operativa, con la absoluta renuncia a hacer aportación alguna, aún si se advierte cómo mejorar procedimientos y, por lo que advirtió Cárdenas, incluso por encima de lo que disponen leyes y reglamentos.
Pablo Gómez
El mayor problema de algunos economistas y no pocos periodistas, así como de muchos políticos, es creer que vivimos una crisis económica en vez de un parón por decreto de Estado.
No puede haber crisis económica sin biografía. Todas inician antes de que las personas puedan darse cuenta del carácter de sus precursores. Siempre hay fenómenos económicos y sucesivas decisiones políticas que al final llevan a una crisis.