Y sin duda que los estrategas de éstas verían como maná del cielo que alguien del primer círculo de la Presidente Claudia Sheinbaum cediera a tentación alguna relacionada con el desvío de recursos para enriquecimiento propio. E imagine, lector, el regocijo de la oposición si este imaginario y deshonesto servidor público, fuera sorprendido en el acto...
Precedentes hay y nada imaginarios: el asunto de Segalmex, por ejemplo, un caso que involucra más de 30 carpetas de investigación y unos 8 mil 636 millones de pesos relacionados con desvío de subsidios, faltantes en inventarios, compras simuladas y adjudicaciones directas a empresas fantasmas, un caso que, por cierto, no está concluido.
Y más recientemente, los graves casos de la violencia desenfrenada en Sinaloa y Guerrero, asuntos ambos en los que no está claro si hay o no complicidad de funcionarios de esos gobiernos estatales, con las organizaciones delincuenciales.
Pero casos así, no hay duda, socavan la confianza que la 4T ha logrado conquistar en la mayor parte del electorado, es decir: facilitan a la derecha la labor de zapa, de la que –por cierto-, no han quitado el dedo del renglón, ni parece que vayan a quitarlo.
Lo cierto es que todos los involucrados con el gobierno, en especial aquellos con responsabilidades en el manejo presupuestal y la toma de decisiones, no tienen margen ni siquiera para ser objeto de sospecha alguna.
Y es que si algo le falta a la revolución de las conciencias que se emprendió desde el sexenio pasado –y que se espera tenga continuidad en el actual- es que la gente, el ciudadano común, acepte que los funcionarios o servidores públicos son honestos; que no engañan ni se sirven del cargo para el que fueron nombrados o electos y que la demagogia no tiene más cabida en su actuación.
Y para eso, nada mejor que predicar con el ejemplo.
Veremos.
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