Sin duda, ha sido exitosa la campaña mediática desplegada durante todo el sexenio por parte de la derecha y sus aliados: el PRI y el PRD. Es innegable el crecimiento de seguidores que han tenido que, con todo, dicho sea de paso, no parece que serán suficientes como para revertir las tendencias que marcan las encuestas a favor de los candidatos del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) de cara a los comicios del 2 de Junio próximo.
Pero inquieta que tantos se hayan movilizado en torno a figuras que carecen de sustento; sin cercanía con la sociedad; que lejos de haber articulado una propuesta propia, han tratado de adueñarse de las banderas morenistas y aún de algunos de sus métodos, como el de convencer a diez familiares y amigos para que voten por la derecha, tal cual propusiera el Peje en sus sucesivas intentonas por ganar la Presidencia.
Es previsible –y lamentable- que así las cosas, después del 2 de Junio tengamos un más o menos amplio sector de la sociedad desengañado, frustrado y resentido, pero no necesariamente dispuesto a cambiar de opinión, menos a reconocer que se equivocó.
Con todo, ese sector de la sociedad, del electorado será, empero, una parte de la ciudadanía –capital político de la derecha-, que a quienes primero deberá voltear a ver para exigir explicaciones sobre las causas del fracaso que ya se advierte sufrirán, será a quienes le convencieron de votar por candidatos sin fondo, sin sustento: por ídolos con pies de barro.
Y de resultar así, habrá sido bueno para la evolución política de México: los militantes que ha ganado la derecha se habrán convertido en bases partidistas exigentes y críticas de sus dirigencias políticas. Y -muy optimistamente- dejarán de ser simples odiadores, repetidores y creyentes de consignas falsas y no basarán más sus expectativas de triunfo electoral en la mercadotecnia publicitaria guebelista, como ahora sucede.
Bueno: eso en el mejor de los casos; el otro escenario es el de que decidan alimentar el odio, el resentimiento y el deseo de venganza, como hasta ahorita sucede: no hay que perder de vista que la ultraderecha se reorganiza en el mundo. Y en México, también.
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