De entrada la estrategia presidencial se asemeja a la del experimentado boxeador que invita al enjundioso rival a intercambiar golpes: lo deja acercarse, recibe bofetadas y conecta algunas; se recarga en el rival y lo abraza. Pero sobre todo, resiste. Y tras la mitad de la pelea, cuando el adversario está cansado, cuando ha agotado sus mejores golpes y la mayor parte de su condición física, recibe castigo del veterano boxeador que está prácticamente entero e, incluso, es capaz de noquear.
Lo cierto es que, en todo caso, Xóchitl Gálvez enfrenta apenas a su primer rival: nada más y nada menos que al Presidente de la República; y lo hace incluso antes de contender ante los otros aspirantes de su partido y ante los de los partidos aliados.
Si la panista se ha preparado en serio para ésta que es sin duda su más dura e importante contienda, deberá mostrar algo más que ocurrencias y provocaciones.
Por ejemplo: una oferta política que conquiste, que seduzca al electorado; una oferta que no haga sentir que se retrocede, ni que restablezca privilegios; una que no merezca el aplauso de los poderosos. Una oferta que la ponga delante de unos ¿30 millones? del electorado y que éste la sienta como propia.
¿Tiene algo así la panista de extracción indígena. O sólo tiene aire para los primeros rounds?
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