Rubén Vázquez Pérez
De nuevo el Presidente. Y de nuevo, en el ojo del huracán por las desafortunadas declaraciones con las que, la semana pasada, cuestionó la existencia del Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI).
El organismo, dijo entonces, no ha servido para combatir la corrupción y, peor aún, afirmó, la ha encubierto. Desde luego, no faltó quien le hiciera notar la falsedad de tal aseveración. Tan simple como recordar que de la información que ese organismo ordenó se hiciera pública es que se supo de asuntos tan turbios como el de la Casa Blanca de la ex primera dama del sexenio pasado, Angélica Rivera, la actriz conocida como La Gaviota. Y también de la otra ostentosa mansión obsequiada al ex secretario de Hacienda del sexenio pasado, Luis Videgaray.
O los ventajosos contratos que se entregaron a Odebrecht en Pemex por órdenes del ex presidente Enrique Peña Nieto y que tan bien cumplió su testaferro, entonces director de la petrolera, Emilio Lozoya Austin; también, el tema de la estafa maestra. Y como igualmente se le hizo notar, el INAI no solamente no es, no ha sido nada de lo que le acusa el Presidente, sino que se ha convertido en el garante de la protección de datos personales, así como del acceso a la información que a la ciudadanía interesa por cuestiones personales de tipo laboral, de salud, o por asuntos legales.
Mal, muy mal esa animadversión contra el INAI por todas las suspicacias que despierta porque hasta el momento –ahora que ha reaparecido en las mañaneras-, el Presidente no ha ofrecido argumento alguno que invalide la existencia del INAI: ni es oneroso para las finanzas públicas y, como ya se le hizo notar, no encubre la corrupción sino más bien contribuye –y mucho- a exhibirla.
Más que argumentaciones, lo que el Presidente ha ofrecido sobre el caso son pretextos que, sencillamente, no cuadran con la personalidad del líder político que siempre fue y que se distinguió por encabezar las mejores causas de la Nación así como por estar a favor de la transparencia, que no es sino una de las formas de ejercer y apuntalar la democracia.
Sólo ataques infundados. Y entre las suspicacias que tan necia actitud despierta, se encuentran aquellos asuntos que en sus mañaneras el Mandatario ha minimizado. Por ejemplo: el otorgamiento de –dicen los enterados- de hasta 80 por ciento de los contratos gubernamentales de manera directa, esto es, sin licitación alguna de por medio, sino siempre en uso de la discrecionalidad. ¿Son acaso el pago de facturas políticas, amiguismo, compadrazgo, nepotismo?
Sobresale también el asunto de otros contratos y concesiones tan inexplicablemente entregados a los militares y con clara dedicatoria a los jefes máximos del instituto armado: puertos, aeropuertos, el tren Maya, aduanas, la refinería. Infraestructura que, se supone, es de la Nación toda, no sólo de la parte uniformada de ésta. ¿Los militares administrarán ingresos y pérdidas de estas obras; los entregarán o al menos reportarán a la Secretaría de Hacienda; quién los va auditar?
Y si consiguiera su objetivo de desaparecer al INAI, ¿quién va a obligar al titular del Ejecutivo federal a dar explicaciones de estas y otras irregularidades?
¿La Auditoría Superior de la Federación, que siempre denuncia pero carece de facultades legales para iniciar procesos judiciales a pesar de contar con pruebas de las irregularidades e ilícitos? ¿La Auditoría que depende de la mayoría en la Cámara de Diputados y esta mayoría siempre es dócil al mandatario e turno?
¿Lo hará la Secretaría de la Función Pública, cuyo responsable es empleado del Presidente que fue quien lo designó, quien le dio chamba?
¿Qué le pasa al Presidente López Obrador?, ¿para qué convenció a millones de votantes?
¿Para destruir lo andado en la ruta por la trasparencia y la rendición de cuentas de la que él mismo fue parte?
¿Qué no fue la lucha por obligar a un gobierno autoritario y vertical a proporcionar información a la ciudanía, la que le permitió concitar voluntades que al final le dieron el voto para ganar la Presidencia?
¿Qué le pasa, Presidente, si dijo que no nos iba a fallar?
El Presidente nos debe explicaciones, nos debe las pruebas de sus dichos. No nos debe acusaciones lapidarias y sin sustento. Nos debe sus otros datos…
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