Hay una derecha que se ocupa de la educación y otra que tiene los recursos tecnológicos y financieros necesarios para actuar desde las sombras del internet, ganar adeptos, difundir mentiras y generar una fuerte corriente de opinión a partir de la desinformación y de los yerros mediáticos presidenciales.
El Presidente hace mal en minimizar la movilización del domingo último al solamente considerarla una demostración –aún pequeña, dijo- de la derecha. Los organizadores –de quien no debe perderse de vista quiénes son-, han tenido un éxito demoledor con esa convocatoria.
Lo que está en juego -y es algo que el Presidente desestima- es el proyecto transformador que inició y que tan buena aceptación ha recibido de los sectores más vulnerables de esa pobreza que aún alcanza a la mitad de la población; está en juego también el modelo de política económica que ha desarrollado y que ha sido una respuesta contundente de que hay más opción al desarrollo del país que los esquemas del neoliberalismo.
Un modelo que –hay que decirlo-, ha permitido contar con recursos para la vacunación anti Covid; que ha hecho avanzar al peso frente al dólar; que ha aumentado la captación fiscal como nunca antes ocurrió. Que ha sido capaz de atraer la inversión extranjera directa. Y que si bien tiene problemas para contener la inflación, ésta no se desatado.
Y está en juego porque esa derecha que el Presidente minimiza –y que tantos adeptos le ha arrebatado-, bien podría aumentar a sus seguidores y, en una de esas, darle un susto a Morena en los comicios por venir, incluidas las elecciones presidenciales.
Todo eso habría de perderse y no sería más que culpa del Mandatario que ante el avance de la oposición no ha sabido sino abrir cada vez más frentes, con respuestas cada vez más desafiantes y viscerales. Se ha olvidado que es Presidente de todos los mexicanos, de una Nación entera. Y nada ha hecho por la reconciliación.
Lo curioso de este asunto es que el Mandatario sabe que las encuestas –a las que tanto aprecio les tiene- lo colocan en su quinto año de gobierno por arriba del 60 por ciento de aceptación ciudadana, algo que muy pocos mandatarios en el mundo pueden presumir.
Y por eso mismo no se explica por qué propuso una reforma electoral, que en su versión de plan “B”, terminó alimentando la animadversión en su contra y fortaleciendo a una oposición que no sólo carece de proyecto nacional, sino que ni siquiera tiene candidato: apenas enanos vociferantes de un circo barato.
Así que: ¿por qué engrandecer a los enanos?
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