Si bien podría en principio mirarse con cierta suspicacia la denuncia que hizo el gobierno venezolano en el sentido de que presiones estadunidenses contra autoridades financieras del Reino Unido, estarían bloqueando la disponibilidad de mil 200 millones de dólares de Venezuela, la especie fue confirmada por el opositor y autoproclamado presidente Juan Guaidó, cuando reclamó este Lunes que esos recursos no fueran otorgados a Maduro porque, dijo, los usaría para “reprimir al pueblo venezolano”.
El propio Nicolás Maduro ha dejado saber que organismos financieros como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial ponen condiciones en extremo onerosas al otorgamiento de créditos, así se destinen a inversiones sociales en la ampliación de infraestructura venezolana: intereses superiores al 30 por ciento cuando a otras naciones –digamos, menos “respondonas”- les cobran apenas cinco puntos porcentuales.
Se trata de estrategias subjetivas de impacto político y también económico, según ha dicho la Vicepresidenta de esa nación, Delcy Rodríguez, para quien, la estrategia de asfixia financiera involucra a las calificadoras crediticias internacionales: S&P, Moody´s y Fitch, las cuales, acusó, manipulan el indicador riesgo país, para la Venezuela de Maduro.
El resultado ha sido que “las condiciones de inversión en Venezuela están por debajo de países en guerra como Siria o en declarados en default, como Grecia: Terminamos teniendo un indicador que no se corresponde con las condiciones reales del país", apuntó a su vez el viceministro de Planificación Económica de Venezuela, Santiago Lazo.
“La situación obliga al país a cancelar 25% de interés anual por encima de lo que pagan los bonos del Tesoro de los EE.UU., en medio de una profunda crisis económica generada por la caída sostenida de los precios del petróleo, principal fuente de divisas de la nación. Sin embargo, Caracas jamás ha caído en impago”, expresó el viceministro, Santiago Lazo a la cadena RT, en Junio de 2016.
Desde entonces a la fecha, la situación de asfixia financiera contra la nación sudamericana ha empeorado hasta el punto del grave desabasto de medicinas y básicos que padecen los venezolanos, agudizado por las presiones que los Estados Unidos ejercen sobre sus aliados, para que se abstengan de emprender cualquier tipo de negociación comercial con el régimen de Maduro.
Lo que hemos visto en los últimos días son caravanas de migrantes venezolanos que abandonan su país en busca de mejores condiciones de vida, un hecho de enorme impacto mediático de mucha utilidad para deteriorar aún más la imagen de Maduro y su gobierno, que difunden y festejan ruidosamente los medios controlados por el conservadurismo neoliberal, con el beneplácito del presidente Donald Trump.
Desde luego que al gobierno estadunidense lo que menos importa es la supuesta defensa de la democracia y la libertad que pregona el opositor Juan Guaidó: en el fondo de la ofensiva soterrada de Trump contra el gobierno de Maduro subyace el interés por controlar el petróleo: Venezuela posee las mayores reservas petroleras a nivel mundial, incluso por encima de Arabia Saudita, de casi 300 mil millones de barriles, si bien su producción del crudo ha decaído.
Hemos visto también que la dignidad de muchos gobiernos cae cual fichas de dominó para ponerse del lado de la ofensiva estadunidense que encabeza Trump, frecuentemente señalado como afectado de esquizofrenia, en algo que algunos observadores han visto como un futro similar de no muy largo plazo para otras naciones, entre ellas, desde luego, México.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha sido cauto y, bien mirado el asunto, hasta responsable. Pero sobre todo el tabasqueño ha aprovechado la coyuntura para emprender uno de sus objetivos en materia de política exterior: la recuperación de los principios tradicionales de la diplomacia mexicana y, con ellos, la fortaleza de México como nación en el contexto internacional, es decir, su liderazgo.
No se trata sólo de recuperar ese prestigio por un afán, dijérase, meramente banal: en el fondo la decisión de mantener el reconocimiento al régimen de Maduro, basado en el principio de no intervención en los asuntos internos de otras naciones, subyace la intención de recuperar la calidad moral como Nación, no sólo para ponerse del lado de las mejores causas internacionales, sino para defender la soberanía propia.
Deja un comentario