En las décadas de hegemonía priista, historias como ésta no eran aisladas. Ya fuera el ama de casa que recibía apoyos para construcción, el estudiante al que se le ofrecía una beca, el egresado que encontraba un trabajo “prometedor” o el empresario al que se le otorgaban jugosos contratos, la mayoría de mexicanas y mexicanos se identificaban con el partido en el poder. A tal grado se formó una simbiosis entre éste y sociedad, que terminó por normalizarse la corrupción política, bajo la creencia de que “el PRI roba, pero salpica”.
Nuestra luna de miel con el priismo duró la mayor parte del siglo XX, sin embargo la realidad es que hubo fisuras desde el principio de la relación y que éstas se profundizaron con el correr del tiempo y de los acontecimientos. En el 2000, la sociedad echó al PRI de la casa, para perdonarlo doce años después. En 2018, el repudio parece ya definitivo: el voto popular lo relegó a un modesto tercer lugar en las preferencias electorales.
En la conciencia y en la emoción de al menos 30 millones de votantes reina ya otra fuerza política: Morena. El músculo político-electoral que hoy exhibe el Movimiento de Regeneración Nacional se fue gestando a fuerza de trabajo de Andrés Manuel López Obrador y de sus más cercanos colaboradores, pero también gracias a la labor realizada por miles de ciudadanos convencidos de que la transformación del país resulta impostergable. Todo ello alimentado por el malestar creciente que la violencia, la corrupción y la falta de oportunidades sembró en las conciencias.
El reto es mayúsculo porque los desafíos también lo son, con el añadido de que nos encontramos en una carrera contra reloj, pues necesitamos y exigimos que los cambios empiecen a materializarse.
Morena es un partido joven que tendrá a partir del 1 de diciembre de 2018 su primera experiencia como partido en el gobierno a nivel de Presidencia de la República. Está escribiéndose la historia del tipo de alianzas que tejera con la sociedad y con los poderes fácticos; sus posibilidades de permanencia como primera fuerza política y la evolución que tendrá ante el reajuste del sistema de partidos.
Muy temprano quizá para hacer pronósticos, pero si la vida política del país termina por organizarse en torno a Morena y al liderazgo de Andrés Manuel López Obrador estaríamos, en el siglo XXI, experimentando un proceso similar al que llevó a la entronización y permanencia del PRI como partido dominante en el siglo XX.
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