Antes, su padre, José María Montoya, hombre conservador, que no permitía que su esposa saliera de su casa, la llevó a dedicarle prácticamente todo su tiempo a la pequeña Matilde, una niña muy inteligente y deseosa de aprender, su madre empezó a transmitirle a su hija la educación que había recibido en el convento. Además, a los cuatro años empezó leer y escribir, convirtiéndose en una ávida lectora, aun contra la opinión de su padre.
Después de la muerte de su padre, Matilde se inscribió en la carrera de Obstetricia y Partera, que dependía de la Escuela Nacional de Medicina, pero se vio obligada a abandonar la carrera por dificultades económicas, por lo que la joven se inscribió en la Escuela de Parteras y Obstetras de la Casa de Maternidad, un lugar que se conocía como de “atención a partos ocultos”, que atendía a madres solteras.
Además, estudió partería en el Establecimiento de Ciencias Médicas, antecedente de esta actual Facultad, que implicaba dos años de estudios teóricos, un examen frente a cinco sinodales, y la práctica durante un año en la Casa de Maternidad. A los 16 años, Montoya recibió el título de Partera y se estableció a trabajar en Puebla como auxiliar de cirugía con los doctores Luis Muñoz y Manuel Soriano, con el poco dinero que contaba, se dio tiempo para tomar clases en escuelas particulares para mujeres y completar sus estudios de Bachillerato. La joven partera se hizo rápidamente de una numerosa clientela de mujeres que se beneficiaban con su amable trato y sus conocimientos de medicina, más avanzados que los de las otras parteras y aún que los de muchos médicos locales.
Sin embargo, algunos médicos orquestaron una campaña de difamación en su contra en varios periódicos locales, publicando violentos artículos en los que convocaban a la sociedad poblana a no solicitar los servicios de esa mujer poco confiable, acusándola de ser “masona y protestante”. La presión fue muy grande y el trabajo de Matilde Montoya se hizo insostenible.
Tiempo después, pidió su inscripción en la Escuela de Medicina de Puebla, fue aceptada en una ceremonia pública a la que asistieron el Gobernador del Estado, todos los Abogados del Poder Judicial, numerosas maestras y muchas damas de la sociedad que le mostraban así su apoyo. Pero los sectores más radicales redoblaron sus ataques, publicando un artículo encabezado con la frase: “Impúdica y peligrosa mujer pretende convertirse en médica”.
Así, decidió regresar con su madre a la Ciudad de México, donde por segunda vez solicitó su inscripción en la Escuela Nacional de Medicina, siendo aceptada por el entonces Director, el Dr. Francisco Ortega en 1882, a los 24 años.
Las publicaciones femeninas y un amplio sector de la prensa la apoyaban, pero no faltaban quienes opinaban que “debía ser perversa la mujer que quiere estudiar Medicina, para ver cadáveres de hombres desnudos”. En la Escuela Nacional de Medicina no faltaron las críticas, burlas y protestas debido a su presencia como única alumna, aunque también recibió el apoyo de varios compañeros solidarios, a quienes se les apodó “los montoyos”.
Desesperada, Matilde Montoya escribió una carta al Presidente de la República, General Porfirio Díaz, quien dio instrucciones al Secretario de Ilustración Pública y Justicia, Lic. Joaquín Baranda, para que “sugiriera” al Director de San Ildefonso dar facilidades para que la Señorita. Montoya cursara las materias en conflicto, ante lo que no le quedó más remedio que acceder. De donde se logró titular el 24 de agosto 1887.
Cuando terminó el examen, se escuchó el aplauso de varias damas, maestras de primaria y periodistas que se habían reunido en el patio, festejando el veredicto de “aprobado”
Matilde Montoya murió cinco meses después, el 26 de enero de 1938, a los 79 años.
Referencias Bibliográficas
Rodríguez de Romo, Ana Cecilia; Castañeda López, Gabriela (2012). La incorporación de las primeras médicas mexicanas a agrupaciones científicas, académicas y sociales. Signos Históricos (Distrito Federal, México: Universidad Autónoma Metropolitana. Unidad Iztapalapa).
Tuñón, Julia (2008). El Colegio de México, ed. Enjaular los cuerpos: normativas decimonónicas y feminidad en México. Ciudad de México, México.
Castañeda López, Gabriela; Rodríguez de Romo, Ana Cecilia (2014). Desafiando a la tradición, las primeras egresadas de las escuelas de medicina de México 1887-1936. México: Academia Nacional de Medicina, CONACyT, UNAM, Facultad de Medicina.
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