El testigo pudo dar algunos datos sobre el guerrillero norteño porque fue hijo del dueño de una funeraria de Parral l, donde fue llevado el cuerpo de Villa, y relató los hechos, se llamó Felipe Cárdenas Villanueva, entonces de 78 años, así como su padre tuvo que “enterrar” a Villa dos veces, por eso aclara la leyendas tan comentadas de los restos del también llamado Centauro del Norte.
El revolucionario duranguense, cuyo nombre verdadero nombre era Doroteo Arango Arámbula, según registra una copia de su acta de nacimiento, fue uno de los jefes de la Revolución Mexicana, cuya actuación militar decidió la derrota del régimen de Victoriano Huerta, en Torreón.
Recuerda el testigo que “una mañana, aproximadamente a las 8:15 am, del año 1923, cuando mi padre desayunaba tranquilamente en su casa en Parral, escuchó varios balazos”.
“Lógicamente por ser su trabajo, rápidamente se preparó para acudir al lugar, ya que sabía que habría muertos, entonces encontró cuatro hombres con heridas de bala dentro de un vehículo, entre ellos estaba Villa”, dijo Cárdenas Villanueva.
Ese viernes 20 de julio de 1923 cuando el papá de Cárdenas Villanueva, José Cárdenas Ponce, al lado de su vecino, el comandante de policía de ese tiempo, Luciano Orduña, encontraron cerca de un puente llamado Guanajuato a unos heridos para luego localizar el auto impactado en un árbol donde se encontraban Villa, su secretario el Coronel Miguel Trillo y su escolta incluyendo a Carlos Hurtado y Ramón Contreras.
“Cuenta mi padre que fueron varios los balazos que recibieron todos los que murieron y que Villa se fracturó la espalda luego de que cayera hacia atrás por el impacto de la bala, que lo dobló y lo dejó colgado del vehículo”, contó Cárdenas Villanueva.
El cadáver de Villa fue velado en uno de los amplios salones del entonces Hotel Hidalgo que era de su propiedad (hoy edificio de la Sección 9 de Mineros) y la oración fúnebre al sepultarlo fue pronunciada por el entonces Maestro de la Escuela de Canutillo, profesor Jesús Coello.
Sin embargo, el sepelio del Centauro del Norte no fue el único, ya que meses después se le exhumó, se le quitó la cabeza y se dejó el cadáver descomponiéndose tendido en la caja abierta.
Relata Cárdenas Villanueva que hubo rumores de que los estadounidenses pidieron su cabeza, pero no aseguró que esa haya sido la razón por la que se le “robó” al cadáver la extremidad cefálica y precisó que no es preciso dónde o quién la conserva.
“Después se volvió a sepultar el cadáver, esta vez sin cabeza, y aun así a los seis meses tuvo que ser exhumado nuevamente por orden de su viuda la señora Austrebertha Rentaría de Villa, para que se pudiera renovar el ataúd y la gaveta”, agregó.
El cuerpo de Villa no quedó finalmente en chihuahuense, según Cárdenas, pues por decreto presidencial de Luis Echeverría Álvarez, sus restos fueron mudados a la Ciudad de México y ahora se encuentran en el Monumento a la Revolución. Según el heredero de las memorias, a Villa se le conocía como un hombre de carácter muy fuerte, por eso había mucha gente que le tenía miedo.
Después, Cárdenas Villanueva fue organista y músico al igual que algunos de sus siete hermanos, de quienes sólo sobrevivió él y otros dos consanguíneos.
Explicó que se mudó a El Paso y buscó residencia porque deseaba dejar el trabajo que comenzó su bisabuelo en 1885 llamada entonces “La Cineraria”.
“No era un trabajo para cualquiera, se necesitaba tener mucho estómago porque antes no había la tecnología que hay hoy en día para un servicio funerario”, dijo Cárdenas Villanueva, quien desde niño presenció y escuchó cómo su padre mantuvo su negocio a la vanguardia, cambiando de vehículos de transporte fúnebre de acuerdo a la necesidad de los tiempos.
Villa nació en San Juan del Río, Durango, el 5 de junio de 1878 y murió acribillado a los 45 años en Parral, Chihuahua, y su cabeza robada por quién sabe quién.
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