El presidente y vicepresidente habían perecido cundo fueron atacados por un grupo armado que intentó asaltar los automóviles en que eran trasladados de Palacio Nacional a la Penitenciaría de Lecumberri. En la confusión los prisioneros quisieron escapar y fueron ultimados.
Ese fue un primer reporte que Huerta leyó sobre los hechos ocurridos minutos después de las 23:00 horas. Ese 22 de febrero de hace cien más de años, las pacificación de la Ciudad de México estaba muy lejos de ser un hecho real, por lo que la noticia del magnicidios produjo más miedo entre la población.
Unas horas antes, “Sobre las diez de la noche, se acostaron los prisioneros: a la izquierda del centinela, el catre de Ángeles; el de Pino Suárez al frente; a la derecha, el de Madero. Apagáronse las luces. A los pocos minutos, un oficial Chicarro penetró con el mayor Francisco Cárdenas y ordenó a Madero y Pino Suárez que los acompañaran a la Penitenciaría. Con huella de lágrimas en el rostro, “don Pancho” abrazó al fiel Ángeles y subió al auto que lo llevaría a la muerte”, afirmó Manuel Márquez Sterling en su libro Los últimos días del presidente Madero.
Según los reportes policiacos, que la prensa nacional publicó un día después, reseñaban que al llegar los coches a un costado de Lecumberri, un grupo de hombres armados se acercaron con intención de robarles y de inmediato comenzaron a disparar. Los escoltas respondieron el tiroteo, en el que dos agresores resultaron heridos y uno muerto.
“Los señores Madero y Pino Suárez cayeron atravesados por las balas de uno y otro bando, seguramente”, informaron. Al escuchar el tiroteo, guardias de Lecumberri salieron para apoyar a los lesionados y llevaron los cuerpos de los prisioneros a la enfermería de la cárcel.
Pero Virgilio Villanueva, médico cirujano que realizó la autopsia de ambos cadáveres, confirmó que Madero y Pino Suárez fallecieron en el momento del ataque: “…el ciudadano Francisco I. Madero falleció a consecuencia de dos heridas penetrantes de cráneo. El licenciado José María Pino Suárez falleció a consecuencia de trece heridas penetrantes de cráneo”, se asienta en la autopsia.
Dos días después, los familiares pudieron recoger los cuerpos de los muertos. El de Madero se llevó, en un ataúd forrado de seda y agarraderas de plata, al panteón Francés, donde presidió el sepelio Jesús González, magistrado de la Suprema Corte de Nuevo León, el periodista Leopoldo Zea y el fotógrafo Agustín Casasola. Nadie más acudió.
El cadáver de Pino Suárez lo recogió el diputado Albino Acereto y lo llevó al panteón Español.
“El asesinato de Madero evidentemente no estaba planeado cuando inició el levantamiento armado, el 9 de febrero. El asesinato es más bien una consecuencia de cómo se van dando los alineamientos políticos una vez que es asesinado Bernardo Reyes”, considera Carlos Martínez Assad, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.
Aunque que se mantuvo la versión de que el ataque era resultado de un asalto y que los prisioneros intentaron escapar, meses después el departamento británico de investigación Foreign Office envió un informe en que aseguró que fue un crimen planeado.
“A las cinco de la tarde de ese día, cierto ciudadano británico recibió un mensaje telefónico de parte de un acaudalado terrateniente llamado Ignacio de la Torre, yerno del general Porfirio Díaz. El mensaje decía que enviara un auto de inmediato a su casa. Tras una larga espera se le indicó que se dirigiera al Palacio Nacional. A las 11:00 horas, Madero y Pino Suárez fueron subidos al automóvil.
“Los automóviles avanzaron por un camino tortuoso en dirección a la Penitenciaría, pero pasaron de largo la entrada principal. Mientras bajaba Madero, Cárdenas le puso su revólver a un lado del cuello y lo mató de un balazo. Pino Suárez fue conducido hasta el muro de la Penitenciaría y fusilado ahí. No hubo intento de escapar y no se produjo intento de rescatarlos.”
Para Martínez Assad la muerte de Madero se vislumbró desde que su hermano Gustavo acusó de traición a Huerta.
“Si bien se puede anunciar que lo que sí se sabía desde varias semanas antes el golpe de Estado, creo que finalmente el asesinato fue motivo de las contradicciones que estaba viviendo el grupo que asumió el control de la Presidencia”, añade el investigador.
Con la muerte de Madero, continua, el intento de un gobierno democrático en el país se truncó y en su lugar llegaron varios años de incertidumbre política. “La inmediata consecuencia de esta ejecución está en la respuesta que dio una parte del norte del país a semejante cobardía. El auténtico inicio de la llamada Década Armada, está ahí”, concluyen los investigadores.