La madrugada de ese domingo tuvo lugar una redada en un domicilio particular en la calle de la Paz (hoy Ezequiel Montes) número 4, en la colonia Tabacalera. En el interior de esta casa se llevaba a cabo un baile clandestino con 42 personas.
El argumento fue que la redada se aplicó porque no se contaba con el permiso necesario para realizarla, pero la realidad fue que el baile escandalizó por completo a la sociedad mexicana, que recién entraba al siglo XX porque éste contaba con la presencia de 42 hombres, la mitad de ellos vestidos de mujeres. Faldas, perfumes caros, pelucas, corsés y vestidos de seda se perdían entre mares de testosterona.
El número de asistentes que ser dio a conocer al baile fue 41 porque Díaz se encargó de borrar toda huella en la prensa y no aplicó la ley contra su yerno incómodo. Pero esto no impidió del todo que los rumores se expandieran tarde o temprano.
Los asistentes fueron aprehendidos por ataques a la moral y conducidos a la comisaría de policía, para posteriormente ser trasladados a la cárcel de Belén y varios de ellos a Yucatán para realizar trabajos forzosos. Cabe mencionar que no todos los presentes tuvieron que pasar por este proceso, de los 42, sólo 19 fueron apresados y de estos, sólo los de más escasos recursos fueron enviados a Yucatán. El resto compró su libertad.
Para comprender el porqué de este escándalo hay que entender lo que imperaba moralmente en ese época; una época totalmente conservadora donde la pérdida de la virginidad antes del matrimonio, el sexo sin fines reproductivos, el conocimiento de la anatomía, la masturbación y la homosexualidad eran totalmente reprobados.
Es por esto que rápidamente la historia del grupo de homosexuales se volvió una mina de oro para los periódicos de la época que no tardaron en tachar de depravados y perversos a los asistentes del baile. La prensa vendió y distribuyó la representación poco viril, criminal y enferma de “hombres de malas costumbres”.
Aunque este baile no fue el primero ni el último de su tipo, sí es a partir de él que la homosexualidad se ubica en el radar de las personas de la sociedad porfiriana, por tratarse de jóvenes de la élite.
En referencia a este escándalo, Carlos Monsivais escribió al respecto que de cierta manera, la redada de 1901 inventa la homosexualidad en México. Cada homosexual luego de la redada ya no se siente solo, “en el espíritu de la orgía interrumpida lo acompañan los otros 41”. Los homosexuales ya existían, pero el baile delata una sólida organización social.
De esta fiesta informó, de inmediato, en una hoja volante, el grabador y reportero, José Guadalupe Posada. Impreso que ha trascendido hasta la fecha.
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