Rubén Vázquez Pérez
Ciudad de México. Según pasan los días algunas cosas van quedando claras en este asunto del espionaje adjudicado a las fuerzas armadas. Parece que el Presidente Andrés Manuel López Obrador tenía un par de ases bajo la manga: la voz de Raymundo Ramos, dirigente de una organización civil que ha documentado abusos de militares contra la población civil, se escucha en una conversación telefónica que el dirigente sostenía con un narcotraficante y que el Ejército intervino, como parte de sus tareas de inteligencia.
“En el caso que usted refiere –dijo al reportero de la revista Proceso- es de que ese señor, esa persona, ese ciudadano, de Derechos Humanos de Nuevo Laredo estaba hablando a un teléfono de un presunto narcotraficante y por eso, como ese presunto narcotraficante estaba siendo investigado, se obtuvo esa grabación. Esa es la información que a mí me han entregado”.
Lo otro es el revire del Mandatario al cuestionamiento del mismo reportero acerca precisamente de por qué el Ejército, de manera ilegal, espiaba e intervenía conversaciones privadas de ciudadanos.
Cuando el reportero de Proceso, Mathew Tourliere, inquirió al mandatario acerca de los contratos firmados por la Sedena al contratar tecnología para tareas de inteligencia –que, sostuvo, no es la de Pegasus, aunque si una equivalente-, le reviró:
-¿Y de dónde obtuvieron ustedes –dijo el Presidente- los datos de las tareas que lleva a cabo el Ejército si se trata de información clasificada?
–De Guacamaya, contestó el reportero.
-Sí, pero ¿quién hackeó? Fue Guacamaya, ¿no?, esa información que hackearon donde aparece de que yo tengo varios males, que estoy malo del corazón, hipertenso y que tomo un coctel de pastillas y todo eso. ¿Y saben ustedes quiénes son Guacamaya?
Prosiguió: “es un asunto de seguridad y yo no les voy a dar a ustedes información delicada que tiene que ver con inteligencia. Porque yo no sé ustedes de dónde están sacando la información, quién se las está entregando. Entonces debo de tener cuidado”.
El reportero ya no tuvo respuestas. Y como sin querer, López Obrador soltó que ni la revista ni el reportero sabían quiénes integran la organización de hackeadores denominada Guacamaya. Y por tanto, sugirió, no podían saber si gente como Claudio X. González estaba o no detrás de ellos.
Dijo incluso el Presidente que ése es el tipo de información que utiliza Carlos Loret de Mola.
Y es precisamente en este punto donde otras cosas van quedando en claro. Un día, de pronto, medios a los que se ha tenido por independientes, serios y profesionales, comenzaron a manejar temas que eran más bien propios del mencionado Loret de Mola.
El ex locutor de Televisa, como se sabe, está más que desacreditado por su participación en los video montajes del ex secretario de seguridad pública, Genaro García Luna, como el de la francesa Florence Cases y la supuesta banda de los “Zodiacos”, un caso por el que Israel Vallarta, pareja sentimental de la francesa, lleva ya preso 17 años, sin que se le haya comprobado culpabilidad alguna.
Pero el noticiero de Carmen Aristegui, por ejemplo, dedicó un par de programas a hacerse eco de la presunta corrupción en que habría incurrido uno de los hijos del Presidente, un tema –como ya se ha dicho- que antes Loret sacó a la luz pública sin ofrecer comprobación alguna. Hubo mucho ruido pero ni Carmen, ni Loret ni otros lograron sustentar las acusaciones contra el hijo del Mandatario. Y nadie ofreció una sola prueba.
https://www.youtube.com/watch?v=-V0HnYweLEw
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