Si todos los colaboradores del Presidente fueran intelectual y políticamente menos que su jefe, estaría justificada la lealtad a ciegas, porque entonces, en contrapartida, tendríamos un Primer Mandatario que nunca se equivoca, no sólo en el conocimiento de la política, el arte de gobernar, la justicia y el derecho, sino también en cuanto a su ética e integridad moral.
Ciertamente de estos últimos aspectos, la ciudadanía no puede tener dudas: el tabasqueño no ha dado muestra alguna de deshonestidad, simulación o engaño. Pero respecto a lo otro, aún en el supuesto de que estuviéramos ante una especie de iluminado, lo cierto es que su proceder lo acerca mucho al personaje autoritario que no admite réplica porque sólo requiere obediencia y sumisión.
Eso no hace sino dejarlo cada vez más solo, cada vez con menos mentes brillantes que no sólo habrían de darle lustre a su gobierno, sino que habrían de ayudarle a encontrar soluciones novedosas, creativas y viables, sobre todo en momentos como el actual: de gran penuria presupuestal, una enorme herencia de irregularidades por erradicar y más grandes expectativas ciudadanas aún por satisfacer.
Al mismo tiempo, Andrés Manuel López Obrador se va quedando, ciertamente, con los más leales, dijéramos, los más ciegos. Pero más que nada –y eso es lo más peligroso-, es muy posible que se quede con los peligrosos simuladores, los que ya descubrieron que hablar bonito al oído presidencial –e incluso mentirle- es la debilidad del mandatario. Y la mejor manera de conservar el empleo.
Así las cosas, parece no quedar mucho espacio para la lealtad reflexiva que ofreció Jaime Cárdenas. Y quién sabe si en el corto o mediano plazo conozcamos de más renuncias por motivos similares; de ser así, los contrapesos al poder presidencial, dentro del aparato gubernamental, estarán en vías de extinción. Y nos quedaríamos, por ejemplo, con más funcionarios del tipo de Sanjuana Martínez o Rosario Piedra.
El amplio sector ciudadano que respalda a Andrés Manuel no dudaría ni tantito en meter la mano al fuego por éste, así de profundo es el respaldo popular al mandatario. La pregunta es: ¿López Obrador metería la mano al fuego por todos y cada uno de los colaboradores que le quedan y con los que espera llevar a buen puerto al país y a la 4T?
Deja un comentario