Andrés Manuel López Obrador, hasta ahora renuente a explicar en detalle cómo fue que triunfó Claudia Sheinbaum, parece desestimar o de plano no se da cuenta de los costos políticos de su proceder.
¿Acaso no ve que al actuar así socava la esperanza?
Muchos en este país le ofenden y le acusan, desconfían de él: le han dicho mesías, dictador, corrupto y demagogo.
Muchos otros –tantos como sus adversarios; tal vez más-, le defienden a capa y espada; le son fieles, leales, incondicionales; algunos, sumisos hasta la abyección.
Lo cierto es que el de Tepetitán-Macuspana tiene un discurso incuestionable contra la corrupción, simulación e impunidad; a favor de la honestidad, el estado de derecho y la democracia.
Y más allá de descalificaciones y prejuicios, nada hasta ahora sustenta –por ejemplo- que haya incurrido en el engaño o en un enriquecimiento inexplicable.
Nada, que lo ponga por encima de la Constitución General de la República y nada que lo señale como encubridor de delincuentes.
Pero actuaciones recientes parecen ser las primeras piezas de un rompecabezas que habría de completarse con su misma imagen, pero ataviado de autócrata, una categoría muy cercana, muy afín, previa incluso, a la de dictadores.
Sería una caricatura y, no hay duda, muy lejos de la imagen con la que convenció y propició el renacimiento de la esperanza ciudadana.
¿Por qué la infranqueable negativa –por ejemplo- a ir en alianza con el PRD, en el Estado México para ganar por primera vez en la historia la gubernatura en la entidad?
A la luz de los resultados conocidos quedó claro que con los votos que ese partido obtuvo, más los de la maestra Delfina Gómez, la derrota del PRI habría sido aplastante, incuestionable y, sobre todo, democrática.
Pero la profesora fue abandonada a la suerte del efecto López Obrador que, está visto, sólo le alcanzó para perder por poco y para reclamar, hasta donde se ve, inútilmente.
¿Y de la encuesta por Sheinbaum: cuál fue la muestra; dónde está el cuestionario; quién lo preparó; quiénes la aplicaron; a quiénes preguntaron; de cuándo a cuándo; fue domiciliaria, telefónica o directa; cuáles fueron las tendencias; cómo se desarrollaron; cuál era su confiabilidad; cuál su márgen de error; en qué documento están los resultados?
Y así las cosas, ¿no fue una encuesta cuchareada?
Con la designación de Sheinbaum como candidata de Morena a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México –que, por lo demás, no ha sido oficializada-, el tabasqueño no hizo sino sumar un enemigo gratuito.
Si Ricardo Monreal le ha sido hasta ahora un hombre cercano, un colaborador fiel y experimentado, ¿por qué enemistarse con él, por qué azuzarlo, por qué provocarlo?
El zacatecano es sin duda un político con brillo propio; quizás no deslumbre tanto como el tabasqueño y, desde luego, tiene proyecto personal.
No haber optado por él, ¿fue para no dejarlo crecer, porque en su partido no puede haber más sol que el del tabasqueño?
Está anunciada su separación del Peje y con ésta, la primera fractura del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Todo depende ahora de que Andrés Manuel atienda los reclamos sobre transparencia que ha hecho el delegado en Cuauhtémoc.
Pero casi cierto que no será así. Parece que de nueva cuenta López Obrador irá de nuevo consigo mismo hacia el 2018. Y que no tantos como él cree le seguirán en esa ruta.
Ni hablar: la esperanza se derrumba.
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