Y en contrapartida, nuevos ricos surgidos cada que termina un gobierno municipal, uno estatal, uno federal, todos con abultadas cuentas bancarias y con un futuro lleno de privilegios para ellos y sus descendencias.
Así las cosas, hablamos entonces de un discurso político muy gastado, poco creíble, de todas nuestras desconfianzas. Lo mismo si se trata de un candidato del PRI, del PAN, del PRD y, desde luego, de López Obrador. No importa quién sea: todos dicen lo mismo y, hasta ahora, nadie cumple.
No: el verdadero peligro para México es nuestra clase política.
Pero caeríamos en un lugar común si nos quedáramos en el descrédito y en esa generalizada desconfianza que nos merecen todos nuestros políticos.
Lo cierto es que en ese sentido, no hemos tocado fondo.
Lo grave, es que no está lejano el día en que de esa clase política tan corrupta, deshonesta y mentirosa surja el liderazgo de la exclusión, de la ignorancia, de la discriminación, de las diferencias, de la confrontación, de la intolerancia y del odio.
Y que nos convenza que transitar por esta ruta, es mejor que la democracia.
Ya el ejemplo lo puso Donald Trump: el estadunidense demostró el arraigo que pueden tener sus decadentes propuestas en las no pocas mentes que han llegado al límite de la paciencia, que no están dispuestas a darle nuevas oportunidades a la democracia y que sólo esperan el llamado incendiario para proceder contra todo aquello que no toleran, incluso violentamente.
Desde luego, a ese tipo de liderazgos, a un Trump mexicano, pues, mucho no le importaría que se activaran resortes como los del racismo, xenofobia, nazismo y fascismo.
Algunos, en otras latitudes, ya comenzaron a replicar la actitud del millonario neoyorquino, lo mismo en Europa que en naciones del oriente lejano.
Y aquí, nomás es cosa de recordar lo bueno que salimos para copiar… sobre todo, lo malo…
Ciertamente que en México la otra posibilidad es que ora si, de veras, el que llegue después de Peña Nieto no sólo corrija el desbarajuste, sino que no haga, tampoco, su propio desbarajuste con cargo al futuro de los nuevos mexicanos que, por cierto, ya están aquí.
Pero para ser sinceros, la verdad es que ésos no son sino sueños guajiros.
De hecho el discurso del odio ya tiene asientos muy firmes en esta tierra mexicana tan dividida desde que el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas quiso hacerse por primera vez de la Presidencia.
Y, por si fuera poco, el Inegi nos acaba de recordar lo racista que somos…
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